Yoga

La tradición enseña que el yoga es una de las seis dharsanas o escuelas filosóficas de la India antigua. Su manifestación más conocida en Occidente es el hatha yoga, que se ha hecho universal a través de las llamadas asanas o posturas físicas. Pero si estas consistieran simplemente en una mera rutina de ejercicios para mantenerse en forma, el yoga no habría resistido el paso de los siglos ni habría traspasado fronteras como lo ha hecho.

En realidad, las posturas de yoga te ofrecen la posibilidad de acceder a la conciencia a través de lo físico. Cada postura representa una oportunidad para sanar el cuerpo, afinar la mente y purificar el espíritu, permitiéndote desarrollar en definitiva una forma más armoniosa de ser y actuar en el mundo. Además, aprendiendo a escuchar el cuerpo los practicantes de yoga profundizan en su mundo interior y cultivando el discernimiento a partir de lo concreto consiguen establecer progresivamente la paz en su corazón.

El silencio y la concentración durante la práctica te permiten crear un espacio de autoconocimiento con vistas a ensanchar tus propios límites y a liberarte de pensamientos negativos y de dolorosos patrones de conducta (o samskaras, en sánscrito). Podríamos enumerar algunos de los beneficios que el yoga desencadena en el plano físico (mayor flexibilidad, fuerza y equilibrio, reducción del estrés, alivio de dolores crónicos de espalda, aumento de las defensas y de la energía vital, mejora de las funciones cardiovasculares y de la digestión, activación profunda y eliminación de toxinas de los órganos internos y del sistema neuromuscular), pero lo maravilloso de esta antigua disciplina es constatar que, como una prodigiosa alquimia, ejerce su poder transformador no solo en uno sino en todos los planos que integran al ser humano.